Cantabria, donde el viaje nunca se acaba
A decir verdad, vivir en Cantabria te transforma. Tras visitar sus muchos enclaves, uno ya no puede quitarse el gusanillo de seguir explorando cada uno de sus rincones mágicos y ciertamente la partida, de aquellas tierras prehistóricas se torna nostálgica, tras cada amanecer observando aquel monte cargado de Silex; monte donde nuestros antepasados tallaran sus útiles para sobrevivir. O grandes extensiones cubiertas de pastos y árboles por todas partes. O las caprichosas playas que se retuercen en vertiginosos acantilados donde el mar golpea con la fuerza de mil gigantes los días de tormenta.
Recuerdo el valle de los caballos, donde libres corren y viven en la espesura de bosques vivos, bosques que hablan, bosques que no te dejarán indiferente.
Pero sobre todas las cosas, recuerdo sus cuevas profundas, con sus grandes bocas y entradas que te hacen viajar a la prehistoria, que te desconectan del ahora, para llevarte al pasado, al allí repleto de manos pintadas, fieros bisontes o cabras punteadas.
Sin duda, visitar Cantabria, es viajar a la prehistoria, vivir en aquellas tierras es gozar de uno de los mayores tesoros que tenemos, nuestro patrimonio prehistórico, y verlo, estudiarlo y entenderlo uno de los mayores placeres para nuestros sentidos.
Viajar a la prehistoria es viajar a la Cantabria Infinita, a la tierra de los sueños donde el viaje nunca se acaba.
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