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Blog de Prehistoria

¿ A QUIÉN VIGILA EL ÍDOLO DE GARABANDAL?


Una vez más, viajes a la prehistoria os invita a conocer uno de los lugares más sagrados y enigmáticos de Cantabria: San Sebastián de Garabandal y su ídolo de piedra, a los pies del monte conocido como Peña Sagra.


Y es que, esta vez, acompañados por un grupo de asistentes al encuentro de turismo de arte rupestre prehistórico, celebrado en Río Nansa, tuvimos la oportunidad de disfrutar de una fabulosa ruta ascendente hasta 800 m, para conocer a uno de los señores guardianes , que nos miran desde las alturas y nos vigilan desde diferentes puntos de la Cornisa Cantábrica. En este caso, el bautizado como el “Ídolo del Hoyo de la Gándara” es un grabado sobre una piedra (que debió rodar ladera abajo, en algún momento de la historia) con recurrencias por muchos autores al arte esquemático, por los motivos geométricos que en él aparecen. Las interpretaciones son variadas, aunque datado en la Edad del Bronce por los motivos esquemáticos que representa y que coinciden con el mismo tipo de representación de otros ídolos bajo el nombre de Megalitos de Cantabria, no parece que podamos llegar a conclusiones importantes, como suele suceder con la mayoría de arte rupestre prehistórico. Pero me gustaría ir más allá, puesto que, cuando el visitante es interrumpido en medio de su camino por este misterioso personaje a un lado del camino, sin duda no queda indiferente.

El ídolo de Garabandal, mira de frente a Peña Sagra, como en una especie de comunicación con algo que está más arriba que él. Verdaderamente no mira hacía el pueblo, ni siquiera al caminante, sino que está orientado absolutamente a los picos nevados que coronan el paisaje silencioso y misterioso que nos rodea.

Es como el vigilante que observa los cielos, o las partes más altas de las montañas.

Y al mismo tiempo, como si, pasado el tiempo, nos quisiera decir algo, pero ¿que?.

Si uno se queda largo rato observando el lugar, impregnándose de su energía latente por todas partes y embriagándose de la belleza de las nubes bajas que rodean a las montañas, el tiempo se para. El paisaje, no es tan diferente a como pudo ser hace miles de años. Sin duda, las nieves, la soledad y el silencio, también fueron su compañía. Al igual que hoy son nuestra compañía. Y entonces, tras las explicaciones de rigor, uno aprovecha para quedarse solo, cuando el grupo comienza a alejarse rumbo a casa, y descubre, que necesita más tiempo. Pero como siempre suele suceder en estos casos, tendremos que regresar para seguir experimentando el lugar, sintiendo el paisaje que nos rodea e imaginando, a quien vigila el ídolo de la Gándara. Mientras, los días transcurren, junto al deshielo de la primavera, los brotes que pintan de verde los campos y la necesidad de volver a estar en un lugar tan sublime, seguiremos disfrutando de estos lugares donde el espíritu se despierta, la voz se torna silencio y la prehistoria, nuevamente nos sorprende.


© viajes a la prehistoria

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