Cueva del Pendo: Un Palacio en la Prehistoria
Las cuevas son como nuestras casas. Cada uno la siente como propia y personal. Algunas nos atraen por las pinturas o grabados que contienen. En otros casos, es el lugar en el que se encuentran ubicadas e incluso algunas nos pueden provocar malestar o temor y ganas de salir corriendo. En este caso y sorprendentemente, ninguna de estas tres razones responde a lo vivido en una cueva muy especial, y digo muy especial, pues yo misma la he catalogado hoy como cueva a la que tengo que volver.
Patrimonio de la humanidad y decorada con pinturas rupestres, La cueva del pendo sorprendía a viajes a la prehistoria con la maravilla de las maravillas de las cuevas habitadas por nuestros ancestros.
Si yo viajara a la prehistoria elegiría la cueva del pendo para vivir. Y eso que a causa del derrumbamiento provocado por un terremoto, parte del techo del abrigo de la entrada se vino abajo, pero no conozco todavía, una entrada y una cueva con esta amplitud y estas dimensiones, que a uno le apetece quedarse dentro largo rato para observar cada pequeño rincón, para deleitarse con su altísimo techo y su amplio salón, en el que nos podemos acomodar muchos, con total tranquilidad. Imaginar a los hombres y mueres Sapiens y Neandertales antes, cuando encontraron esta cueva, es fascinante, puesto que más que un santuario sagrado, es un palacio en la prehistoria.
Y lo mejor de todo es la luz. Por la mañana, recién llegado el invierno y desde el amanecer, el sol, astro rey, atraviesa el enrejado verde que nos separa de la entrada de la cueva y penetra con todo su fulgor y magia en el interior de la cueva. Aquel rayo potente, se mueve lentamente, provocando la iluminación de determinadas partes de la cueva. Sería muy interesante una investigación arqueoastronómica en el Pendo, puesto que casi con toda probabilidad, aquellas pinturas rupestres que encontramos en la pared del fondo, pudieron ser pintadas a la luz del día, con la luz del sol. Acostumbrados a imaginar la oscuridad y el fuego del artista prehistórico, llegamos a una cueva, en la que se puede disfrutar de la luz del sol, y sobre todo hace más de 20.000 años, cuando el suelo de la entrada estaba mucho más abajo.
Lo dicho. Un palacio en la prehistoria. Y si le añadimos el pasillo, que conduce a unos grabados en la parte más íntima de la cueva, todo el arte mueble allí encontrado y las cabras pintadas con sus respectivas simbologías, tenemos la clave de un viaje completo a la prehistoria. Es más, ya metidos en la Edad del Bronce, se halló, en uno de los recovecos de la cueva, un enterramiento, con todo el poder religioso, simbólico y ritualístico que un hecho así confiere a un lugar tan especial como una cueva.
Cantabria tiene muchas, muchísimas cuevas, mucho arte rupestre y arte mueble escondido y hallado en ellas, muchas historias impregnadas en techos y paredes, muchas vidas olvidadas entre estratos y ocres, pero el Pendo es una cueva para dejarse sorprender. Para sentirla, admirar su belleza escondida en sus enormes dimensiones y para volver.
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