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Blog de Prehistoria

Altamira, reflexiones...

A propósito de Altamira..


Aunque una construcción humana jamás podrá asemejarse a una cueva, viajes a la prehistoria se desplazó hasta el origen del primer descubrimiento del Arte Rupestre Mundial, como lo conocemos hoy. Han pasado 134 años, desde que Marcelino Sanz de Sautuola, junto con su hija María, descubrieran por primera vez en la historia de la prehistoria, aquel hermoso, fascinante, sorprendente y único cielo de bisontes encarnados, pintados sobre sus cabezas, en el mismo techo de la cueva de Altamira.

Mucho ha llovido desde entonces, y ni duda cabe, que muchos de los que viajamos hasta allí pensamos que si el mimo Sautuola levantase la cabeza, no daría crédito al monumental museo y a la repercusión mundial que tiene hoy su desmerecido, acusado y burlado descubrimiento. Pero más allá de esto, desde viajes a la prehistoria quisiera trasmitirles algo más. Algo, que solo puede sentirse, cuando uno se encuentra inmerso en la burbuja de su propia visita. Puesto que la “NEOCUEVA”, nos aporta la imagen de lo que está a pocos metros de nuestros pies, nuestra imaginación ya en el exterior, debería de aportarnos, al menos, durante unos breves minutos, el resto. Y quiero remarcar esto, porque la visita a Altamira, no termina cuando uno sale del museo, con todas las explicaciones perfectamente guiadas y documentadas. Yo diría, que la visita a la cueva de Altamira empieza en ese preciso instante, en el que uno lleva en la mente, todo cuanto le han explicado en el interior.

Aunque no podamos entrar en la cueva, y apenas podamos quedarnos a unos metros y observar la entrada desde lejos, existe, un sendero, rodeado de verde hierba, que nos permite, subir y sentirnos auténticos hombres y mujeres de la prehistoria. Todo cuanto ven nuestros ojos, y pisan nuestros pies, fue un día ocupado por manadas de bisontes, de uros e incluso de animales cavernarios como el león o el oso. Y aunque, hoy todo el puzzle forme parte de las recreaciones y la imaginación, no debemos desaprovechar la fantástica oportunidad de pararnos, respirar el aire fresco y puro de “ ALTAMIRA” y tratar de comprender al artista que pintó aquel impresionante techo de policromos y a las personas que le acompañaban. Del Género Homo Sapiens como nosotros, tuvieron una vida, unas costumbres, una cotidianidad, unos miedos y unos peligros que les acechaban, un verdadero grupo social y una familia. Y eligieron Altamira. La misma cueva que se esconde solitaria, húmeda y silenciosa bajo nuestros pies. Y nosotros sobre el techo, como ya lo hiciesen nuestros ancestros o incluso aquella hermosa manada de bisontes que nuestro artista se dedicó a representar.

Todo un mundo simbólico, cargado de misterio e incógnitas todavía no resueltas, en el mismo lugar en el que nos encontramos.

Altamira, tan cerca y tan lejos que vale la pena dejarse llevar por las emociones que a uno le cause su visita y disfrutar del lugar, sabiendo el tesoro que se esconde más allá de las fronteras de piedra que nos separan de ella.

Altamira, “Obra Magna del Paleolítico Superior”, lenguaje misterioso que quiere ser descifrado, santuario iniciático para jóvenes aprendices. Altamira, cueva y guarida de hombres y mujeres valientes. Altamira, el legado de la humanidad que nos precedió. Altamira, el código sagrado en sí misma. Altamira, el amor a una tierra. El coraje de ir contracorriente, el triunfo de la verdad.

Existe una puerta. A pocos metros de su entrada. La puerta que nos acercará a ella. Y que también nos separará. La puerta de la meditación. La puerta de los sueños. La puerta de la imaginación. Conformarse con poco es mejor que nada.

¡Felices y provechosos Viajes a la prehistoria!


©Viajes a la Prehistoria

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